4 de agosto de 2007

La piedra de Rosetta: una ventana al pasado.
El pueblo egipcio de Rashid, llamado por los franceses Rosetta, fue escenario de un descubrimiento que daría luz sobre un enigma hasta ese momento indescifrable: los jeroglíficos. Las tropas capitaneadas por Napoleón Bonaparte, en su campaña a Egipto, descubrieron el 15 de julio de 1799 un bloque de granito negro de 548 kilogramos de peso.

El mismo poseía un decreto de Ptolomeo V- de la dinastía Ptolemaica - escrito en tres tipos de escritura: jeroglífica (el lenguaje de los dioses), demótica (la escritura de la gente) y griega uncial.

Jean-François Champollion, considerado el padre de la egiptología y conocedor de griego antiguo, logró descifrar los jeroglíficos, dando un importantísimo paso en la historia del lenguaje.

La piedra debía ser transportada a Francia por el Instituto de Egipto, pero los ejércitos ingleses realizaron su confiscación. La Piedra de Rosetta se exhibe actualmente en el museo Británico de Londres desde el año 1802. Existe una reproducción de la piedra en el pueblo originario de Champollion, Distrito de Figeac y otra en el Museo Egipcio de El Cairo. Donde realmente debería estar.

2 de agosto de 2007

El número 7.
Este es un número muy presente en diferentes culturas y siempre estuvo asociado a lo mágico y esotérico. Existe una larga lista de concurrencias asociada al siete, a saber: los días de la semana son siete; es el número perfecto en la Biblia; en el Islám los cielos son siete; según la tradición los gatos tienen siete vidas; siete eran los sabios de la Grecia clásica y también las maravillas del mundo antiguo; en el hinduísmo, los chakras del cuerpo humano conforman ese número...

En el cristianismo, el siete es el número perfecto y se hace presente a lo largo de muchos puntos de su doctrina. Los pecados capitales son siete como así sus respectivas contrapartes, las virtudes teologales: soberbia - humildad, avaricia - largueza, lujuria - castidad, ira - paciencia, gula - templanza, envidia - caridad y pereza - diligencia.

También en la religión cristiana son siete los sacramentos. Las peticiones en el Padre Nuestro... como habremos adivinado, también llegan a siete! Como así también son los sellos que se abren en el Libro del Apocalipsis: esto desata la ira de Dios, que envía siete ángeles tocando siete trompetas para desatar siete plagas sobre los injustos.

En el medioevo se asoció el número siete a la suerte: de ahí la tradición de otorgarle al gato ese número de vidas. También para la misma época, fue el número cabalístico de la luz.

Los antiguos astrónomos observaban que las estrellas no cambiaban su posición, excepto siete cuerpos celestes que sí lo hacían: el Sol (al creer que el mundo era el centro del universo, el astro rey parecía moverse), la Luna, y los planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Así, dieron el nombre a los siete días de la semana.

1 de agosto de 2007

Porqué DO, RE, MI, FA, SOL, LA y SI?
Seguramente, más de una vez, nos hemos preguntado porqué las notas musicales tienen tales nombres monosilábicos. Para saber la respuesta a ésa pregunta, debemos saber acerca del monje italiano Guido D´Arezzo (995 - 1050). Este monje, considerado una de las figuras centrales de la música medieval, implementó líneas horizontales fijando las alturas de los diferentes sonidos, muy cercano a nuestro actual sistema.

En esa época, la Edad Media, a las notas musicales se las denominaba por medio del abecedario: C (do), D (re), E (mi), F (fa), G (sol), y A (la). El Himno a San Juan, que solía cantarse en aquellos días, tenía la característica particular de que cada verso comenzaba con una nota superior al que le antecedía. Guido, entonces, tuvo la idea de emplear las primeras sílabas de cada verso para nombrar o identificar cada nota:

Ut queant laxis
Re sonare fibbris
Mira gestorum
Famuli tuorum
Solve polluti
Labii reatum
Sancte Ioannes

El sistema de Guido se llamó solfeo, y se volvió tan popular que el Papa ordenó su inclusión en la iglesia de inmediato. Se sustituyó la nota Ut por Do, debido a que este nombre terminaba en vocal y era más fácil para el canto. Luego fue descubierta la séptima nota y se la llamó Si (del último verso del mencionado himno, Sancte Ioannes).

Los países a los que no llegaron los músicos latinos siguieron (y siguen aún) con el viejo sistema de las letras como Inglaterra, Alemania y los países del norte europeo.

30 de julio de 2007

La Sierra del Plata, origen del nombre "Argentina".
Entre los conquistadores portugueses era común el relato acerca de una tierra rica en tesoros de plata, ubicada en el medio de Sudamérica, al oeste del Brasil. Este relato, alimentado por el uso de objetos de plata por parte de los indígenas, dio lugar a la leyenda de la Sierra del Plata.
De esta manera, llamaron Río da Prata (Río de la Plata) al gran estuario formado por el río Paraná - al que, por su parte, Juan Díaz de Solís había nombrado Mar Dulce.

En un mapa veneciano del año 1536, aparece por primera vez el nombre de Argentina. Derivado del latín argentum, vocablo que se traduce por plata, el nombre también se hizo popular por un poema de 1602 del poeta español Martín del Barco Centenera titulado "La Argentina", que describía a la zona del Río de la Plata.

Finalmente, en una obra histórica de 1612 también llamada "La Argentina", del criollo Ruy Díaz de Guzmán, se hace una descripción de la región, enmarcada en un relato épico.

29 de julio de 2007

Visiones y sueños de un emperador romano cristiano.
Siempre que pensamos en Cristianismo e Imperio Romano, pensamos en dos instituciones antagónicas, enfrentadas entre sí. Las persecuciones de los romanos a los cristianos cuando éstos se dieron a conocer son harto conocidas. Sin embargo, el Cristianismo tomó fuerzas gracias a un emperador, o mejor dicho, a sus sueños y visiones.

Cuando Constantino sucedió a su padre como emperador menor, en el año 306, al principio se mantuvo al margen de las luchas intestinas que envolvían al imperio hasta que Majencio lo enfrentó abiertamente. Constantino lo derrotó en varias ocasiones, siendo la definitiva la batalla del Puente Milvio, el 23 de octubre del 312. De esta manera se convirtió en la cabeza del Imperio Romano de Occidente. Años más tarde Licinio, el emperador de Oriente, lo enfrentaría.

Se dice que antes de la batalla del Puente Milvio, Constantino tuvo una visión, dividida en dos partes: en la primera, vio la forma de una cruz frente al sol mientras marchaba; tras esto, en un sueño, alguien le ordenaba colocar un nuevo símbolo en su estandarte: el lábaro. El mismo era una composición de la cruz y el monograma de Cristo.

Tras el triunfo, Constantino permitió el libre uso del culto a Cristo, la construcción de iglesias y les otorgó mayor participación civil a sus practicantes. En sus últimos años, predicó sus propios sermones, pregonando contra las viejas creencias paganas.

El Cristianismo se convertiría en la religión oficial del imperio por Teodosio en el año 380, tras el Edicto de Tesalónica, dando así el paso inicial para ser una de las religiones con mayor número de seguidores del mundo entero.





El lábaro, símbolo que utilizó Constantino tras soñar que debería colocarlo como estandarte para vencer.