La Revolución Antropocéntrica produjo un quiebre en las mentes de los hombres de fines de la Edad Media. El teocentrismo tomaba a Dios todopoderoso como verdad filosófica y respuesta absoluta.
De la mano del teocentrismo iba el geocentrismo. Basado en las premisas aristotélicas (y completada por Claudio Ptolomeo en el siglo II aC.), la tierra se ubicaba como centro del universo, alrededor de la cual giraban todos los planetas y las estrellas, incluído el sol.
Pero hacia el año 1500, con el movimiento Renacentista, la cosmovisión de todo lo conocido cambió. El pensamiento moderno se abrió paso, estableciendo un nuevo método científico que no aceptaba al teocentrismo como respuesta a todo. Así el ser humano y su razón fueron tomados como centro y medida de todas las cosas.
También el geocentrismo perdió su vigencia. Nicolás Copérnico, y posteriormente Galileo Galilei, promovieron la teoría heliocéntrica. Empíricamente fundamentada, colocaba al sol como centro de nuestro universo y a la tierra como uno más de los astros que giran alrededor de él. De esta manera, el enfrentamiento con la Iglesia Católica no se hizo esperar. Sin embargo, la semilla del pensamiento moderno ya había sido plantada.
Leonardo Da Vinci es, en mi opinión, el arquetipo del hombre moderno, brillando como arquitecto, pintor, escultor, inventor e ingeniero. Realizó estudios anatómicos del cuerpo humano para luego plasmarlos no sólo en manifestaciones artísticas (como pintura y escultura) sino también para utilizarlos como referencia ergonómica en la invención de objetos, como por ejemplo, su prototipo de máquina voladora.
Su famoso dibujo Hombre de Vitruvio es una clara muestra del estudio de las proporciones del cuerpo humano.
1 de noviembre de 2007
La revolución del Antropocentrismo.
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