26 de octubre de 2007

Arqueología en América: brevísima reseña.

Cuatro períodos son los que dividen la historia arqueológica de América, según la mayoría de las fuentes.

El período Prehistórico abarca desde la población de nuestro continente hasta el surgimiento de las primeras culturas. La teoría del poblamiento temprano afirma que llegaron cruzando por el estrecho de Bering (que divide Siberia de Alaska) entre 40.000 y 20.000 años atrás.

Luego se produjeron dos revoluciones neolíticas, una en Mesoamérica y otra en Sudamérica, hacia los años 10.000 y 5.500 aC. respectivamente. Este momento es conocido como el período Arcaico, que llegaría hasta el año 1500 aC. Los grandes grupos linguísticos del continente aparecieron en él. La agricultura tomó gran impulso, convirtiendo la vida de los primeros americanos en sedentaria, llevando esto a su vez a la creación de sociedades más complejas y a la construcción de ciudades.

Durante este período, hacia el 1500 aC. surgieron Caral en Perú - la primer ciudad americana - y la cultura Olmeca, en México, la primer gran civilización del continente. Teotihuacán, en esos mismos años, era la ciudad más importante de América. También estaban en el valle de Oaxaca los zapotecos y su hermosa ciudad de Monte Albán, la segunda en antigüedad del continente después de Caral, hacia el año 500 aC.

En Sudamérica, surgiría la cultura Chavín cuyos centros ceremoniales son los primeros de su tipo en esta parte de América. También las primeras culturas colombianas anteriores a los Chibchas surgirían en este período. Mientras que en Norteamérica los fabulosos Anasazi hacían su aparición como el más importante de los pueblos del sur desértico de EE.UU. Con este panorama, se abriría paso el período Clásico.

Durante el período Clásico, todos los pueblos tenían una estructura socio-económica fuerte y una identidad religiosa afianzada y estable. En Mesoamérica, surgieron las ciudades-estado Mayas hacia el 300 dC., que 600 años después se mudaron a la península de Yucatán, abandonando la parte central del país mexicano, no sin antes saquear la ciudadela olmeca de San Lorenzo. Aparecerían los Mexicas o Aztecas, herederos del poder de los Toltecas y teotihuacanos y de la sabiduría Maya.

Por su parte, florecieron diferentes culturas en América del Sur, sobre todo en el actual territorio de Perú. Superponiéndose cronológicamente unas con otras encontramos a la cultura Nazca, Chimú, Mochica, Tiahuanaco y Wari. Todas ellas sirvieron de legado cultural y religioso a la última civilización americana, el Imperio Inca.

Hacia el período Postclásico las civilizaciones americanas estaban en la etapa en la que luego fueron descubiertas por los españoles, momento tras el cual la historia es tristemente conocida.

24 de octubre de 2007

Los (a veces) cómicos apodos vikingos.

Además de la ferocidad, la maestría de navegar y el descubrimiento de América, hay otros aspectos característicos de los vikingos: sus sobrenombres. Muchas veces estos apodos se debían a alguna cualidad física o al carácter del aludido. De las sagas nórdicas de la Edad Media, que evocaban los hechos de los vikingos, podemos saber muchos de sus apodos, algunos sumamente cómicos.

El primer rey noruego, fue Harald Cabellera Hermosa. La leyenda cuenta que el monarca fue a pedir la mano de una noble, pero ésta lo rechazó, por no tener suficiente poder. Ante esto, él prometió no cortarse el pelo hasta que tuviera en sus manos a toda Noruega. Después de diez años, logró el objetivo y se casó con la mujer. Posiblemente, el mote haya sido pensado en tono irónico... no imagino a los vikingos siendo pulcros y lavando sus cabellos, por lo cual al cabo de diez años no queremos imaginarnos como luciría Harald.

Su hijo fue el temible Erik I de Noruega. Fue famoso por su reinado despótico, pero sobre todo por su carácter beligerante, que lo llevó a matar a varios de sus hermanos que lo querían deponer del trono. Hechos por los cuales se ganó el para nada envidiable Erik Hacha Sangrienta.

Sin embargo, Erik tuvo tiempo de tener hijos y Harald Eiriksson lo sucedió en el trono. Era llamado Harald el de Piel Gris por el auge del comercio de pieles durante su reinado. Saltando un poco en el tiempo, llegamos a Harald III Haardrade, cuyo apodo significaba el Despiadado. Su mote se lo ganó tras ascender al trono, período en el que aplicó la mano dura a todo aquél que osaba no obedecer las misivas del rey o que incumplía con la ley.

Entre los reyes daneses también era moda el uso de apodos. Harald Bluetooth, diente azul, no se sabe con certeza a qué se debe su sobrenombre, pero todo indica referirse a un diente en mal estado. La barba dividida en dos trenzas parece ser el causante de que a su hijo Svend I se lo conociera en Inglaterra como... Svend de la Barba Bifurcada.

La violencia tan característica de los vikingos parece haberse apaciguado al menos un poco en ésta época: nos llegan crónicas de Magnus el Bueno y Olaf el Tranquilo. A Magnus III, apodado el de las piernas desnudas, se lo conoce por haber adoptado la costumbre celta de no tapar sus piernas.

También a través de la historia podemos rastrear a Sigurd el Cruzado o el Peregrino de Jerusalén y a Haakon el de Espada Ancha (quizás el más obvio de los apodos). Pero si hay alguno que despierta pavor desde su nombre ese es, sin dudas, el gobernador de las Islas Orcadas, Thorfinn el Rompe Cráneos.

Fuente: Los Vikingos - Los últimos paganos (Jonathan Clements).

23 de octubre de 2007

El error de condenar la historia al olvido.

Personalmente, opino que una forma de negar la historia es eliminar toda prueba de la existencia del mandato de algún enemigo del estado. Esto se ha repetido infinidad de veces, llegando a transformarse en ley entre los romanos.

La Damnatio Memoriae era el decreto por el cual el senado romano eliminaba absolutamente todo lo referido a un mal emperador: monumentos, imágenes acuñadas, etc. Dependiendo del grado de daño ético o material hecho al imperio, también se prohibía el uso del nombre del acusado. Entre los emperadores condenados al olvido están Nerón, Calígula y Diocleciano, entre muchos más.

Incluso en Egipto se realizó una práctica similar. Los egipcios consideraban que todas las personas tenían un Ren o nombre, el cual evolucionaba a medida que la persona obtenía nuevos logros. Un buen faraón gozaba de que su ren siguiera siendo pronunciado, aún después de muerto.

Pero el faraón Akenatón no corrió con igual suerte. Reformó la religión, pasando a ser monoteísta, por la cual se adoraba a un nuevo dios-sol (como era Ra anteriormente) llamado Atón, el disco solar. Esto le valió la oposición de la clase sacerdotal.

También, a raíz de la nueva religión, hubo cambios en lo artístico. Las figuras humanas eran representadas más reales, no desde el clásico perfil que caracteriza al arte egipcio. Todos estos cambios radicales llevaron a considerar a Akenatón una mala influencia y un verdadero enemigo del estado egipcio, por lo que, a su muerte, se ordenó eliminar su ren y sus monumentos más significativos.

22 de octubre de 2007

Etimología de los mares.

Los mares y océanos siempre han tenido un papel importante a lo largo de la historia y, ya sea como ruta comercial o vía para conquistar otros territorios, han ejercido una gran fascinación en todos los pueblos. Sin embargo, los nombres que estas masas de agua salada recibieron son muy anteriores a los piratas, quizás los navegantes que más utilizaron y dominaron los mares.

El portugués Fernando de Magallanes encontró en total calma al mar que navegó hasta las Filipinas, por lo que lo bautizó Pacífico. Hoy en día, podemos ver el gran número de tifones y tsunamis que azotan a las costas de dicho océano, haciendo irónico su nombre.

En honor a Atlas, el titán de la mitología griega, el Atlántico, segundo océano de mayor tamaño, recibe su nombre. Sus mejores navegantes, además de los piratas, han sido los vikingos y Cristóbal Colón.

El Mar Caspio recibe su nombre de los árabes, que llamaban Bahr-e-Qazvin o Mar de Qazvin (ciudad de Irán) al gran lago salado. Al transcribir y traducir las diversas fuentes, el vocablo se fue deformando hasta llegar al occidental caspian o caspio.

Del latín Mar medi terraneum - mar en el medio de la tierra - nos llega la etimología del Mediterráneo, principal vía de comunicación de los romanos, griegos y fenicios; éstos últimos para muchos, los mejores navegantes de la historia.

Gracias a vocablos etruscos, los mares Tirreno y Adriático reciben sus nombres. El primero, en honor a los antiguos habitantes de Italia, también llamados tirrenos. El segundo se deriva de la colonia etrusca de Adria, importante centro mercantil de los antecesores de los romanos.

El Mar de Tetis fue el océano que resultó de la partición del súpercontinente Pangea en Gondwana y Laurasia. Su bautismo se debe a la diosa griega del mar, Thetis. El Mar Negro, el Caspio y el Aral, según investigaciones, serían vestigios de este antiguo océano.