2 de mayo de 2008

Espíritus y seres de la naturaleza.

El folklore de las diferentes culturas posee una gran variedad de seres nacidos de la madre naturaleza. Muchos de estos intervienen directamente en los sucesos de los hombres y abundan en los relatos épicos.

La forma en la que J. R. R. Tolkien imaginó a los feéricos Elfos de la Tierra Media nada tiene que ver con su descripción real. Son de origen germánico, diminutos, malignos y siniestros, y se dice de ellos que arrojan flechas imperceptibles que al entrar en la carne de los hombres, causan dolores neurológicos.

Los Gnomos - del griego gnosis, conocimiento - son sabios e intelectuales. En la mayoría de los relatos son los guardianes de fabulosos tesoros. Célebres por sus vestimentas casi siempre rústicas y por su sombrero cónico de color rojo.

Las figuras más deseadas por los héroes de leyendas eran las Hadas. Hermosas y mágicas, intervenían en las decisiones de muchos hombres, aunque no todas eran bondadosas: algunas raptaban niños y devoraban hombres.

También poseían cierta ambigüedad entre el bien y el mal los Pixies y Leprechauns. De origen celta, estos hombrecillos (casi siempre verdes) escondían tesoros y proponían acertijos. Su figura está muy emparentada a la de los gnomos y a los Trolls, aunque estos últimos son de origen escandinavo y siempre malvados.

Si bien estas figuras poseen nombres europeos y una asociación con el folklore de esos pueblos, también aparecen en relatos mayas, incas y de las tribus pieles rojas de EE.UU. y etnias nativas de Sudamérica. Son muy populares el Coquena (especie de enano protector de los animales) y el temible Lobizón (relato del hombre-lobo).

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